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El diaconado de transición es parte integral de la Iglesia Católica

Nuevos diáconos del Pontificio Colegio Norteamericano salen en procesión después de su Misa de ordenación en la Basílica de San Pedro en el Vaticano el 28 de septiembre de 2023. (Foto CNS/Lola Gómez)

¿Sigue siendo necesario el diaconado de transición? En otras palabras, ¿es necesario que un sacerdote primero sea ordenado diácono antes de ser ordenado sacerdote? En el reciente ensayo “La-Iglesia-catolica-no-necesita-diaconos-de-transicion ” para la revista America, el diácono William T. Ditewig argumenta un rotundo no. Según él, el paso diaconal en el camino hacia el sacerdocio ya no es necesario ni beneficioso. Sin embargo, no estoy de acuerdo. Reimaginar el diaconado debe proceder con mayor cautela y cuidado teológico.

¿Discontinuidad o reforma?

En las conversaciones sobre la posible reforma del diaconado, expresadas por los cardenales McElroy y Cupich y detalladas por el diácono Ditewig, encontramos una encrucijada teológica fundamental: ¿Debería la Iglesia adoptar una hermenéutica de la discontinuidad, cortando el camino secuencial tradicional hacia el sacerdocio en favor del sacerdocio? ¿Un diaconado reinventado? ¿O debería, en cambio, ver estos acontecimientos a través de una hermenéutica de reforma articulada por el Papa Benedicto XVI ?

El Papa Benedicto XVI advierte de los peligros inherentes a una hermenéutica de la discontinuidad, que describe como una “ruptura” con el pasado. Este enfoque no sólo malinterpreta la naturaleza de las reformas eclesiales sino que también corre el riesgo de una división dentro de la Iglesia. Amenaza con una fisura entre la Iglesia preconciliar y posconciliar . Los defensores de la discontinuidad argumentan que el Concilio Vaticano II y las tradiciones de larga data, como el diaconado de transición, no transmiten plenamente el espíritu de renovación eclesial imaginado por la Iglesia moderna. Abogan por un alejamiento radical de estas tradiciones, diciendo que esa ruptura es necesaria para abordar los desafíos pastorales y teológicos contemporáneos.

Por el contrario, el Papa Benedicto XVI defiende una hermenéutica de la reforma, enfatizando la renovación dentro de la continuidad de la vida y la tradición de la Iglesia. Este enfoque respeta el rico patrimonio de la Iglesia y al mismo tiempo permite un desarrollo orgánico, alineándose estrechamente con el verdadero espíritu del Concilio Vaticano Segundo. La hermenéutica de la reforma no rechaza las enseñanzas del pasado sino que busca comprenderlas e integrarlas en el contexto vivo del camino de la Iglesia a través de la historia.

Reimaginando el diaconado

La discusión en torno al diaconado , particularmente su necesidad como etapa de transición al sacerdocio, debe abordarse con la hermenéutica de la reforma. Esta perspectiva nos permite apreciar el papel integral del diaconado dentro de la vida sacramental de la Iglesia y su desarrollo histórico como parte de un continuo y no como una reliquia que impide la modernización.

Al adoptar este enfoque, reconocemos que cualquier avance en la comprensión y práctica del diaconado no debe simplemente descartar el orden establecido. Más bien, debería reflejar un compromiso más profundo con los fundamentos doctrinales de la Iglesia y un compromiso para fomentar una realización más profunda de estos órdenes en la vida eclesial contemporánea.

Por lo tanto, para responder a los llamados del cardenal McElroy , el cardenal Cupich y el diácono Ditewig a “reimaginar” el diaconado, es crucial discernir si estas reformas reflejan verdaderamente un desarrollo genuino de la comprensión del ministerio por parte de la Iglesia o si surgen de una búsqueda ideológica de novedad. eso corre el riesgo de desorientar a los fieles y alterar la coherencia sacramental sostenida por la Iglesia durante siglos.

Experiencia práctica y teología del ministerio.

Las preocupaciones del diácono Ditewig no son todas teóricas. Profundiza en las dimensiones prácticas del diaconado de transición, enfatizando los beneficios experienciales que proporciona a quienes se preparan para la ordenación sacerdotal. Analiza cómo esto históricamente ha proporcionado a los seminaristas experiencia ministerial práctica antes de asumir todas las responsabilidades del sacerdocio.

El argumento del diácono Ditewig, sin embargo, adopta predominantemente una perspectiva sociológica, analizando el papel y la función del diaconado en términos de su utilidad y eficacia en la preparación de candidatos para el sacerdocio . Este enfoque tiende a ver el diaconado a través de una lente de funcionalidad y pragmatismo. Se centra en lo que hacen los diáconos –sus tareas y roles– más que en quiénes son en el sentido ontológico: partícipes de la identidad de Cristo Siervo. La falta de Escritura y de referencias a la Tradición y el Magisterio en la discusión del diácono Ditewig delata la brecha entre el enfoque teológico del diaconado y su análisis funcional más moderno.

Para abordar las lagunas en el enfoque de Ditewig, es necesario explorar cómo el diaconado, como signo sacramental, participa de manera única en el misterio de la salvación y cómo esta identidad debería informar y transformar el desempeño práctico del ministerio del diácono. También sería necesario volver a las fuentes patrísticas y conciliares que articulan el papel del diácono en la vida de la Iglesia, asegurando que cualquier discusión sobre la evolución o “revisión” del diaconado permanezca anclada en una comprensión profunda de su naturaleza sagrada. .

Transicional versus permanente

El diácono Ditewig critica los términos “transicional” y “permanente” que se usan comúnmente para describir a los diáconos. Sostiene que estas etiquetas son engañosas y reduccionistas, sugiriendo que crean una división en la Orden única de Diáconos. El diácono Ditewig enfatiza que todos los diáconos comparten la misma gracia sacramental impartida por la ordenación, independientemente de si eventualmente son llamados al sacerdocio o si siguen siendo diáconos permanentemente. 

Si bien la crítica del diácono Ditewig a la terminología es convincente y se alinea con una comprensión más sacramental del diaconado, su caracterización del diaconado de transición como un “aprendizaje” tampoco llega a reconocer el pleno significado teológico y ontológico de esta orden. Describir el diaconado de transición en términos de aprendizaje se centra demasiado en los aspectos funcionales del rol, viéndolo simplemente como una preparación o capacitación para el sacerdocio. 

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Al reducir el diaconado de transición a un aprendizaje, no se reconoce plenamente esta gracia sacramental como una verdadera participación en el servicio de Cristo. Tal reducción puede conducir a una subvaloración de las contribuciones únicas y esenciales del diaconado a la Iglesia, incluyendo sus roles en la liturgia, la predicación y la caridad, que no son meros pasos hacia el sacerdocio sino manifestaciones de la participación real y permanente del diácono en el ministerio. de Cristo.

Por lo tanto, si bien estoy de acuerdo con la crítica de Ditewig a la problemática terminología de “transicional” y “permanente”, también es esencial cuestionar su caracterización del diaconado de transición como un aprendizaje, abogando en cambio por una apreciación teológica más profunda del diaconado como un proceso completo. y auténtica expresión del ministerio ordenado por derecho propio.

Servicio: Esencial para el sacerdocio

Bien entendido, el diaconado de transición no es sólo una etapa preparatoria para el sacerdocio sino también una profunda expresión sacramental de la diaconía –“servicio”– que es esencial para el sacerdocio. Este período debería imbuir a los futuros sacerdotes de una comprensión profundamente arraigada del servicio como una dimensión fundamental de su ministerio, alineada con la misión de servir de Cristo. 

Teológicamente, cuando los seminaristas son ordenados como diáconos de transición, sufren un cambio ontológico, configurándolos con Cristo Siervo . Esta configuración no es meramente temporal; moldea permanentemente su identidad como ministros llamados a servir, influyendo fundamentalmente en cómo vivirán su sacerdocio.

El servicio aprendido y vivido como diácono no cesa con la ordenación sacerdotal; más bien, se convierte en el fundamento a través del cual se expresa el ministerio sacerdotal. Cada acción sacramental y encuentro pastoral en el que participa un sacerdote está profundamente imbuido del espíritu de diaconía . El sacerdote se acerca al altar y a los sacramentos no como un señor sino como un servidor. Ofrece el sacrificio de la Eucaristía y reconcilia a los pecadores no desde una posición de poder sino desde una posición de humilde servicio al pueblo de Dios.

Llevando a Cristo al mundo

La integración del diaconado en el sacerdocio permite al sacerdote llevar el ministerio de Cristo al mundo de una manera fundamentalmente marcada por el servicio. Esto es evidente en cómo los sacerdotes están llamados a estar con su pueblo, compartiendo sus alegrías y tristezas y atendiendo a sus necesidades espirituales y, a menudo, temporales. Al realizar actos de caridad, enseñar, aconsejar y dirigir, las acciones del sacerdote son una extensión de su ordenación diaconal. El carácter diaconal no disminuye así; por el contrario, realza el ministerio sacerdotal, permitiendo al sacerdote actuar como un puente entre la sagrada liturgia y la experiencia vivida por los fieles.

El doble carácter sacramental de ser diácono y sacerdote facilita un enfoque más holístico del cuidado pastoral, donde el sacerdote ve sus deberes ministeriales a través de la lente del servicio. Esta perspectiva es crucial en el contexto actual, donde los fieles buscan modelos de liderazgo que resuenen con el mensaje de amor y humildad de Cristo. Al vivir las dimensiones diaconales de su sacerdocio, los sacerdotes encarnan una expresión más auténtica del llamado de Cristo a servir, haciendo de la Iglesia un verdadero reflejo del servicio de Cristo. El diaconado de transición es integral, no periférico, a la naturaleza y eficacia del ministerio sacerdotal en la Iglesia.

El diácono Dominic Cerrato

Oursundayvisitor.com

Diáconos y salud mental

“Martirio de Santa Dimphna y San Gereberno”, de Jacques de l’Ange. Wikipedia

Cómo afrontar los desafíos de salud mental en nuestra propia vida y ministerio

Los titulares son inquietantes: “Las muertes por suicidio alcanzan ‘la cifra más alta jamás registrada’; La ideación probablemente sea mayor, dice el experto”. Y esto: “El Papa Francisco lamenta la pobreza espiritual en una cultura que conduce al suicidio de adolescentes”.

Sin embargo, hay titulares esperanzadores: «Las diócesis se despiertan ante la crisis de salud mental de los jóvenes y ayudan a los padres, maestros y pastores a tomar medidas». Y, “A medida que los obispos abordan la crisis de salud mental, las parroquias pueden brindar consuelo a través de la comunidad”.

Para ayudar a enfrentar los desafíos de salud mental de nuestro tiempo, los diáconos pueden ser líderes y una presencia esperanzadora en las vidas de las personas con enfermedades mentales y sus familias. Pero para ser los líderes del ministerio de salud mental que nuestros feligreses necesitan y merecen, los diáconos debemos comprender y cuidar nuestra propia salud mental y estar dispuestos a hablar sobre los desafíos y enfermedades de la salud.

El papel de un diácono

Como diáconos, caminamos junto a las personas durante algunos de los momentos más difíciles de sus vidas. El ministerio diaconal a menudo requiere que hagamos brillar una luz en la oscuridad cuando las personas luchan y buscan una razón para tener esperanza y encontrar alegría. Sin embargo, debido a la naturaleza de esta misión, los diáconos pueden experimentar agotamiento y fatiga mental y espiritual debido a los desafíos que enfrentan en el ministerio. Cuidar de nuestra propia salud mental es fundamental para llevar a cabo con alegría la misión de servir a los demás y a la Iglesia.

Con demasiada frecuencia, a los diáconos, así como a otros líderes católicos, les preocupa que la gente piense menos de nosotros si saben que tenemos problemas de salud mental o enfermedades mentales; a veces hasta el punto de que no vamos a recibir la atención que necesitamos. Esto, por supuesto, puede dañarnos a nosotros y a nuestras familias, y no ayuda a aquellos a quienes servimos si estamos luchando con problemas de salud mental no tratados, como depresión, ansiedad o trauma.

Nuestros feligreses necesitan ver que entendemos que no es una vergüenza recibir atención de salud mental. Necesitan saber que rechazamos la noción dañina y mal informada de que una persona es de alguna manera un mal católico o débil porque tiene problemas de salud mental, como depresión o ansiedad. La atención de la salud mental, como toda la atención médica, es un regalo de Dios. La atención de la salud mental y la fe van juntas; uno puede usarse para apoyar al otro.

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ORACIÓN A ST. DINFNA, PATRONA DE LA SALUD MENTAL

Buena Santa Dymphna, gran hacedora de maravillas en cada aflicción de la mente y el cuerpo, imploro humildemente tu poderosa intercesión ante Jesús a través de María, la Salud de los Enfermos, en mi necesidad actual. (Mencionarlo.)

Santa Dymphna, mártir de la pureza, patrona de aquellos que sufren con aflicciones nerviosas y mentales, amada hija de Jesús y María, ruega a ellos por mí y obtén mi petición.

(Rezar un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.)

Santa Dymphna, virgen y mártir, ruega por nosotros.

— El Santuario Nacional de Santa Dymphna está ubicado en 206 Cherry Rd NE, Massillon, Ohio, en la Iglesia Católica St. Mary. Visite natlshrinestdymphna.org para obtener información adicional.

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El Papa Francisco comprende la importancia de una buena atención de la salud mental. Su intención de oración en noviembre de 2021 fue por quienes sufren de depresión. Invitó a todos a orar y estar cerca de quienes sufren agotamiento, agotamiento y depresión. El Papa Francisco subrayó la relación entre fe y buena salud mental: “No olvidemos que, además del indispensable asesoramiento psicológico, que es útil y eficaz, también ayudan las palabras de Jesús”. Nos pide que «oremos para que las personas que sufren de depresión o agotamiento encuentren apoyo y una luz que les abra a la vida».

El Papa Francisco ofrece un buen ejemplo de cómo cuidar nuestra propia salud mental es una parte fundamental de nuestro ministerio. Ha sido bastante abierto sobre sus propios desafíos en esta área y la importancia de la atención de salud mental. Cuando fue director de la comunidad jesuita durante la dictadura argentina en la década de 1970, se encontraba bajo un estrés considerable y buscó la ayuda de un psiquiatra.

Dijo que la psiquiatra lo ayudó durante esos días difíciles y sus lecciones lo han ayudado a lo largo de su vida: “Mi tratamiento con el psiquiatra también me ayudó a orientarme y aprender a manejar mi ansiedad. … Sus enseñanzas todavía son de gran utilidad para mí hoy”.

Reconoce que las condiciones de salud mental deben aceptarse y comprenderse para que podamos practicar una buena atención de salud mental. Su consejo para manejar nuestras condiciones y enfermedades de salud mental es que “hay que acariciarlas también. Son los compañeros de una persona durante toda su vida”.

La voluntad del Papa Francisco de compartir sus luchas contra la ansiedad es una forma de acompañar a quienes viven con problemas de salud mental mostrándonos a todos que él está con nosotros y es uno de nosotros mientras luchamos con estos desafíos.

Rompiendo el estigma

Como diáconos, podemos emular al Papa Francisco estando dispuestos a hablar sobre nuestros propios desafíos de salud mental, ayudando así a romper el estigma e incluso la discriminación que las personas que viven con enfermedades mentales experimentan con demasiada frecuencia, incluso a veces en las comunidades parroquiales. .

Podemos ayudar a aquellos a quienes servimos hablando abiertamente sobre nuestros propios desafíos de salud mental para que la gente pueda ver que los buenos católicos, incluso los líderes como los diáconos, nosotros mismos luchamos con este tipo de desafíos. Las personas necesitan saber que pueden confiar en su fe para enfrentar estos desafíos y apoyarlas en tiempos difíciles. También necesitan saber que los líderes de la Iglesia y la comunidad parroquial no los abandonarán ni les darán la espalda cuando ellos o sus familiares estén luchando contra una enfermedad mental o sufriendo una muerte por suicidio.

Todo predicador sabe que la gente presta atención a las historias. Al contar nuestras propias historias de salud mental, podemos normalizar las conversaciones sobre este tema en nuestras parroquias y demostrar que la Iglesia apoyará a aquellos entre nosotros con problemas y enfermedades de salud mental.

Una experiencia familiar

Déjame contarte la historia de salud mental de mi familia. Mi hija Katie vivía con una enfermedad mental grave llamada trastorno bipolar. Vivió con esta enfermedad durante más de 11 años, pero finalmente perdió la batalla ante el suicidio en 2016, a la edad de 29 años. En su obituario escribí esto:

“Muy a menudo, a las personas que padecen una enfermedad mental se les conoce como su enfermedad. La gente dice que «ella es bipolar» o «él es esquizofrénico». En los próximos días, cuando hable con la gente sobre esto, no utilice esa frase. Las personas que tienen cáncer no son cáncer, las que tienen diabetes no son diabetes. Katie no era bipolar; tenía una enfermedad llamada trastorno bipolar; la propia Katie era una hermosa hija de Dios.

“La forma en que hablamos de las personas y sus enfermedades afecta a las personas mismas y a cómo tratamos la enfermedad. En el caso de las enfermedades mentales, hay tanto miedo, ignorancia y actitudes hirientes que las personas que padecen enfermedades mentales sufren innecesariamente más. Nuestra sociedad no proporciona los recursos necesarios para comprender y tratar adecuadamente las enfermedades mentales. En el caso de Katie, tuvo la mejor atención médica disponible, siempre tomó el cóctel de medicamentos que le recetaron e hizo todo lo posible para estar saludable y controlar esta enfermedad y, sin embargo, eso no fue suficiente.

“Algún día se encontrará una cura, pero hasta entonces, debemos apoyar y ser compasivos con quienes padecen enfermedades mentales, tanto como apoyamos a quienes padecen cáncer, enfermedades cardíacas o cualquier otra enfermedad. Sepan que Katie era una persona dulce y maravillosa que amaba la vida, las personas que la rodeaban y a Jesucristo”.

Esperaba que el obituario de Katie fomentara una conversación abierta y honesta en nuestra pequeña ciudad de Scranton, Pensilvania, sobre las enfermedades mentales y el suicidio. Lo que pasó fue totalmente inesperado. Su obituario se volvió viral en las redes sociales. Fue cubierto en los medios de todo el mundo. Millones de personas han visto el obituario de Katie.

Estoy convencido de que Dios utilizó el obituario de Katie para transmitir su mensaje de amor. Dios superó la trágica muerte de Katie usando su obituario para ayudar a las personas a comprender que él está con ellos en su lucha contra las enfermedades mentales y que tiene misericordia de aquellos que se suicidan.

Ahora traigo la alegría y la exuberancia de Katie al mundo transformando su sufrimiento en servicio a quienes padecen enfermedades mentales. Esa fue mi inspiración para unirme a otras personas dedicadas para establecer la Asociación de Ministros Católicos de Salud Mental (CMHM) en 2019.

Soporte y atención

CMHM apoya a las parroquias y diócesis en el establecimiento de ministerios de salud mental que brinden acompañamiento espiritual vital a las personas que padecen enfermedades mentales, así como a quienes las cuidan. Ofrece programas de capacitación en línea, películas y muchos otros recursos prácticos para ayudar a las parroquias a iniciar ministerios de salud mental.

En una carta pastoral de los obispos de California titulada “Esperanza y curación”, centrada en el cuidado de quienes padecen enfermedades mentales, los obispos escribieron que ministrar a quienes padecen enfermedades mentales es una parte esencial del cuidado pastoral de la Iglesia. . Tienen toda la razón. No es sólo algo bueno que hacer o algo que deberíamos hacer de forma paralela, es esencial.

En el ministerio de salud mental acompañamos a las personas y las amamos dondequiera que estén. Intentamos amarlos con la pasión de Jesucristo y ofrecerles un lugar de pertenencia. No es necesario que un diácono sea un consejero profesional o terapeuta para apoyar a quienes entre nosotros vivimos con problemas de salud mental; más bien, para servir en el ministerio católico de salud mental, simplemente es necesario amar a Jesucristo y tener el deseo de ayudar a llevar ese amor a las vidas de las personas que viven con problemas y enfermedades de salud mental.

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La misión del CMHM

La misión de la Asociación de Ministros Católicos de Salud Mental es “apoyar a las parroquias y diócesis católicas en el establecimiento de ministerios de salud mental. El ministerio de salud mental brinda acompañamiento espiritual vital a las personas que experimentan problemas de salud mental y enfermedades mentales, así como a quienes los cuidan”. Para obtener más información sobre esta misión o para iniciar un ministerio de salud mental en su parroquia, visite el sitio web catholicmhm.org .

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Los diáconos y los profesionales de la salud mental deberían trabajar juntos, pero nuestras tareas son diferentes. Es esencial que los límites entre el ministerio y la atención sanitaria profesional estén claramente definidos. Aquellos de nosotros en el ministerio nunca diagnosticamos ni sugerimos tratamiento (eso es para los profesionales), pero sí alentamos a las personas a recibir buena atención profesional y a tomar los medicamentos que les recetan cuando sea necesario.

Además, estamos aquí para ofrecer apoyo espiritual. Nuestra fe nos enseña que somos mente, cuerpo y alma. Los profesionales de la salud mental hacen un buen trabajo con la mente y el cuerpo, pero hay que cuidar la vida espiritual de las personas que viven con una enfermedad mental. Por eso ofrecemos acompañamiento, para usar una palabra que le gusta usar al Papa Francisco. El ministerio de salud mental está basado en la fe y centrado en Dios. Le aseguramos a la gente que Dios está con ellos mientras sufren y que Dios no los ha abandonado. Les aseguramos a las personas con problemas de salud mental que Dios los ama y que su comunidad parroquial los apoya. Nuestro objetivo es infundir la presencia de Dios en las vidas de las personas con problemas de salud mental y ofrecer esperanza.

Presencia y Respeto

Como diáconos estamos especialmente calificados para ser una presencia sanadora en las vidas de las personas con enfermedades mentales y de quienes las apoyan. Podemos ofrecer un ministerio de servicio y presencia; Como el buen samaritano, en lugar de mirar hacia otro lado o pasar por alto a quienes viven con una enfermedad mental, podemos verter el aceite y el vino del Evangelio en sus vidas.

San Alberto Magno
San Alberto Magno. Adobe Stock

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CALLE. LA DEMENCIA DE ALBERTO EL GRANDE

En la Edad Media, San Alberto Magno fue uno de los grandes científicos. Tenía una buena formación en física, mineralogía, química, astronomía y biología. En su opinión, no había división entre ciencia y teología. En sus últimos años padeció una forma de Alzheimer. Murió en 1280. La Iglesia lo declaró santo y Doctor de la Iglesia.

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Las personas que viven con problemas y enfermedades de salud mental tienen mucho que ofrecer a la Iglesia y a la comunidad, porque vivir con una enfermedad mental les brinda una visión única del sufrimiento, la humildad, la compasión, la amistad y el amor. Llevan una cruz pesada y difícil de entender del todo. Son algunas de las personas más valientes y valientes que conozco. No quieren nuestra compasión; simplemente quieren ser bienvenidos y amados. Merecen nuestro respeto.

En nuestro ministerio diaconal, podemos seguir la guía del Papa Francisco “para recordar a nuestros hermanos y hermanas que sufren enfermedades mentales y también a las víctimas (a menudo jóvenes) del suicidio. Oremos por ellos y sus familias, para que nunca los dejen solos ni los discriminen, sino que sean bienvenidos y apoyados”.

EL DIÁCONO ED SHOENER fue ordenado diácono permanente en 2004 y sirve en la Catedral de San Pedro en la Diócesis de Scranton. Shoener es miembro fundador de la Asociación de Ministros Católicos de Salud Mental y del Instituto Católico de Ministerio de Salud Mental de la Universidad de San Diego. Es miembro del Consejo de Enfermedades Mentales de la Asociación Católica Nacional sobre Discapacidad.

The-deacon.com

Anuario Pontificio 2024: Los diáconos, una vocación en auge en toda la Iglesia

UN FENÓMENO MUNDIAL: MENOS SACERDOTES Y RELIGIOSOS CONSAGRADOS, MÁS DIÁCONOS.
EL NÚMERO DE DIÁCONOS SIGUIÓ MOSTRANDO UNA DINÁMICA EVOLUTIVA SIGNIFICATIVA. EN 2022, LA CIFRA MEJORÓ EN TODOS LOS CONTINENTES A UN RITMO SIGNIFICATIVO.

La conclusión: todas las vocaciones religiosas han declinado, excepto una.

La Santa Sede publica el Anuario Pontificio 2024 y el Anuario Estadístico de la Iglesia 2022, detallando el número de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diáconos en todo el mundo.

Por L¨Observatore Romano

Actualmente se distribuyen en las librerías el Anuario Pontificio 2024 y el Anuario Estadístico de la Iglesia 2022, editados por la Oficina Central de Estadística de la Iglesia, editados por la Imprenta Vaticana.

El Anuario Pontificio ofrece información sobre la vida de la Iglesia Católica en todo el mundo para el período que va del 1 de diciembre de 2022 al 31 de diciembre de 2023.

Durante este período se establecieron 9 nuevas Sedes Episcopales y 1 Administración Apostólica; 2 Sedes Episcopales fueron elevadas a Sede Metropolitana y 1 Vicariato Apostólico a Sede Episcopal.

El Anuario Estadístico de la Iglesia está lleno de datos estadísticos para evaluar las principales tendencias que afectan la evolución de la Iglesia Católica en todo el mundo. A continuación se presentan algunos de los detalles más destacados sobre algunos aspectos básicos de la Iglesia Católica entre 2021 y 2022.

Estadísticas de la Iglesia: católicos y obispos

El número de católicos bautizados ha aumentado a nivel mundial, pasando de 1.376 millones en 2021 a 1.390 millones en 2022, con un aumento relativo del 1,0%.

La tasa de cambio varió de un continente a otro. África registró un aumento del 3%, con el número de católicos pasando de 265 a 273 millones en el mismo período. Europa muestra una situación de estabilidad (en 2021 y 2022 los católicos ascienden a 286 millones). América y Asia registraron un crecimiento significativo del número de católicos (+0,9% y +0,6%, respectivamente), una tendencia totalmente en línea con el desarrollo demográfico de estos dos continentes. Oceanía informó estabilidad, con valores absolutos más bajos.

El número de Obispos durante el bienio 2021-2022 aumentó un 0,25%, pasando de 5.340 a 5.353 Obispos. Gran parte de este crecimiento se registró en África y Asia, con variaciones relativas del 2,1 y el 1,4 por ciento, respectivamente. Se observó una situación de estabilidad en América (con 2.000 obispos) y en Oceanía (con 130), mientras que en Europa se registró un ligero descenso (-0,6%) (de 1.676 a 1.666 obispos).

Menos sacerdotes y más diáconos permanentes

El año 2022 marcó una nueva disminución en el número de sacerdotes en comparación con el año anterior, continuando la tendencia a la baja que ha caracterizado los años desde 2012.

El número global de sacerdotes en el mundo en 2022, respecto al de 2021, disminuyó en 142 sacerdotes, pasando de 407.872 a 407.730.

África y Asia mostraron una dinámica sostenida (+3,2% y 1,6%, respectivamente) y América se mantuvo casi estacionaria. Europa, con mayor peso sobre el total, y Oceanía registraron tasas de variación negativas de 1,7 y 1,5 por ciento, respectivamente.

El número de diáconos permanentes siguió mostrando una dinámica evolutiva significativa.

En 2022, el número de diáconos aumentó un 2% respecto al año anterior, pasando de 49.176 a 50.150 diáconos. La cifra mejoró en todos los continentes a un ritmo significativo. En África, Asia y Oceanía, donde todavía no llegan al 3% del total, el número de diáconos aumentó un 1,1%, situándose en 1.380 en 2022.

Los datos también mejoraron en áreas donde la presencia de diáconos permanentes era cuantitativamente significativa. En América y Europa, donde residía el 97,3% de la población total, los diáconos aumentaron en el bienio considerado un 2,1 y un 1,7 por ciento, respectivamente.

Disminución de religiosos profesos

El número de religiosos profesos no sacerdotes se redujo a nivel mundial.

En 2021 había 49.774 religiosos, descendiendo a 49.414 en 2022. La disminución es atribuible, en orden de importancia, a los continentes europeo, africano y oceánico. En Asia, en cambio, los hombres religiosos aumentaron considerablemente y en menor medida en América.

Las mujeres religiosas profesas constituían una población de tamaño considerable.

En 2022, superaron el número de sacerdotes en todo el mundo en casi un 47%, pero actualmente están en fuerte descenso. A nivel global, pasaron de 608.958 mujeres profesas en 2021 a 599.228 en 2022, con un descenso relativo del 1,6%.

África fue el continente con mayor aumento de religiosas, que pasaron de 81.832 en 2021 a 83.190 en 2022, con un incremento relativo del 1,7%. Le siguió el Sudeste Asiático, donde las religiosas profesas pasaron de 171.756 en 2021 a 171.930 en 2022, con un aumento de apenas el 0,1%. América del Sur y Central mostraron un descenso, al pasar de 98.081 religiosas en 2021 a 95.590 en 2022, con un descenso global del 2,5%. Finalmente, tres áreas continentales están marcadas por una contracción significativa: Oceanía (-3,6%), Europa (-3,5%) y América del Norte (-3,0%).

Número reducido de seminaristas

El descenso que ha caracterizado la tendencia de las vocaciones sacerdotales desde 2012 continuó durante este período.

En 2022, los hombres que se preparan para el sacerdocio fueron 108.481, con una variación del -1,3% respecto a la situación del año anterior. Un análisis resumido realizado a nivel del subcontinente mostró que los comportamientos locales se diferenciaban entre sí.

En África, el número de seminaristas mayores (educación postsecundaria) aumentó un 2,1% durante el período de dos años. En todas partes de América hubo una disminución de las vocaciones resultando en una variación del -3,2%. En Asia se registró una disminución que llevó el número de seminaristas mayores en 2022 a un nivel un 1,2% inferior al de 2021.

La crisis vocacional de Europa desde 2008 continuó sin cesar. En el bienio 2021-2022, el número de seminaristas disminuyó un 6%. En Oceanía, las vocaciones sacerdotales en 2022 superaron en un 1,3% a las de 2021.

De los 108.481 seminaristas que hay en todo el mundo, en 2022, África fue el continente que mostró el mayor número de seminaristas, con 34.541 hombres. Le siguieron Asia con 31.767, América con 27.738, Europa con 14.461 y Oceanía con 974 seminaristas mayores.

El cardenal Cobo, a los diáconos: «No os canséis de recordar que lo nuestro es el servicio a los pobres y a los últimos»

Los diáconos de la diócesis de Madrid se ha reunido en la tarde de este viernes, 15 de marzo, con el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, en un encuentro en el Seminario Conciliar de Madrid. Más de una treintena (en la diócesis son 48 diáconos) han acompañado al cardenal Cobo en la Eucaristía que ha dado inicio a la jornada, en la que han participado también los aspirantes y candidatos al diaconado, que superan la treintena. Las esposas de todos ellos han asistido igualmente a la celebración.

El arzobispo de Madrid ha centrado su homilía en este tiempo cuaresmal que vive la Iglesia y en el Evangelio proclamado, en el que Jesús les dice a los de Jerusalén: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo». «Esta es la clave», ha afirmado el purpurado. No conocer a Jesús «para controlarlo, para meterlo en nuestros esquemas» o que «responda a nuestras expectativas», sino para ir por donde Él va y «con quien nos pone en el camino». «Solo diciendo que queremos ir con Él, pero el lugar y el modo» lo marca Jesús, ha añadido.

«Tenemos una oportunidad —ha confirmado— de crecer en esta Cuaresma, no porque hagamos muchos propósitos, sino porque Jesús arranque de nosotros un nuevo sí a dejar que Él ponga la dirección». Dicho de otro modo, «por saber acompañar a Jesús e ir por donde Él nos quiere llevar».

En la capilla del seminario, el arzobispo de Madrid ha recordado que «decir sí a Jesús es decirlo juntos». Los diáconos siempre «han atendido las necesidades de los fieles, especialmente de los pobres y de los enfermos; no porque sea una práctica de ONG, sino porque ahí la Iglesia puede descubrir lo que es la salvación». Y aquí el cardenal Cobo se ha referido al servicio. «Quien sirve es Cristo, y lo hace a través de vosotros», ha subrayado.

Diaconos incienso

Por eso ha pedido «que delante de este Evangelio de hoy acojamos la llamada al servicio; pero servir juntos, vinculándonos unos a otros, a la diócesis y a la Iglesia». «No os canséis de recordar —ha continuado—, que lo nuestro es el servicio a los pobres y a los últimos». Que todo en el diácono, ha pedido, «huela a los últimos».

En este camino, ha alertado de las tentaciones que puede aparecer: el poder, el prestigio, el «quién tiene más seguidores», la tentación de «etiquetarnos»… Como los de Jerusalén, que «intentaban agarrarlo» —tal y como recoge la Palabra—, muchos, ha afirmado el cardenal Cobo, «intentan echar mano a Jesús con la crítica, desacreditándolo, poniéndole la zancadilla», mediante el bloqueo «del crecimiento del Evangelio» o encapsulándolo «con el “siempre se ha hecho así”». Pero «nada de esto detiene a Jesús; Él tiene el ritmo inexorable de la entrega de la vida».

Diaconos comunion

Cena fraternal

Tras la Eucaristía, estaba prevista una cena para todos los asistentes, en la que se contempla un momento de tertulia con el arzobispo. Tal y como expresaba Roberto, «eterno aspirante» al diaconado, «me encanta que la fraternidad diaconal nos juntemos». «Tenemos que caminar en familia con el obispo, la diócesis y la Iglesia», sostiene, en un año en el que, por primera vez, los diáconos permanentes serán ordenados en la catedral de la Almudena.

También muestra su alegría Dámaso Caminero, ordenado en 2022. «Este es el día que más quorum hay de diáconos», porque el resto del año, reconoce, es más difícil por las obligaciones de cada uno. Dámaso tuvo el «privilegio de que la primera Misa de don José como arzobispo de Madrid fue en mi casa».

Diaconos general

Efectivamente, Dámaso vive en Aoslos, localidad de la sierra pobre de Madrid a la que se trasladó el cardenal en su primer domingo como arzobispo. De hecho, fue él quien cogió la llamada de Roma en la que al entonces obispo José Cobo le comunicaron que el Papa le había creado cardenal. Dámaso le bromeó: «Ha entrado en casa como arzobispo y sale como cardenal».

Aquella homilía del cardenal Cobo en su pueblo le impactó. «Todavía estoy empapado de ella», porque fue «a lo más pequeño, lo más humilde». «Nos dijo que aunque solo hubiera dos personas, no dejáramos de celebrar la Eucaristía». Y en este viernes, 15 de marzo, en el encuentro anual de los diáconos con su obispo, «ha continuado en la misma línea: servicio y humildad».

Diaconos cena

Por B. Aragoneses

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MENSAJE A LAS ESPOSAS DE LOS DIÁCONOS:¡GRACIAS!

Queridas esposas…

En este Día Internacional de la Mujer queremos decir muchas gracias:

Gracias por permitirnos, como esposos y diáconos, compartir la vida matrimonial con el sacramento de la ordenación.

Gracias por sus oraciones y paciencia.

Gracias por las palabras de apoyo y las correcciones.

Gracias por participar a menudo en secreto y silenciosamente en nuestro ministerio diaconal.

Gracias por no darse por vencido con nosotros.

Contigo el Diaconado Permanente se convierte en familia.

Gracias por caminar, como imagen de María, a nuestro lado, en esta misión de vida y peregrinación hacia la eternidad.

¡Feliz y bendecido día de la mujer!

Fraternalmente,

En nombre de todos los diáconos permanentes del Noreste Regional 5 CND de Brasil

Diácono George Castro, Presidente.

El hijo de un minero de carbón encuentra un trabajo vitalicio sirviendo a los demás como diácono

18 de febrero: Alex Trujillo creció en la ciudad minera de carbón de Blossburg, Nuevo México, al noroeste de Ratón, cerca de la frontera con Colorado. Su padre, John Trujillo, trabajó en las minas de allí durante más de 40 años.

«Mi padre estaba a cargo del equipo de voladuras», dijo. «Él era de Ojo Feliz (en el condado de Mora). Mi madre era de Ocate (nueve millas al noreste de Ojo Feliz). Era lindo en Blossburg. Teníamos nuestro propio jardín. En Ocate, teníamos ganado vacuno y ovino, una gran jardín y huertos: manzanas, ciruelas. Siempre recogíamos chokecherry y comíamos gelatina de chokecherry».

En su familia había 12 hijos, aunque uno, un niño, murió en la infancia. Trujillo era el hijo mediano y creció con cinco hermanos y cinco hermanas. La familia era católica.

«Fuimos a St. Joseph (Iglesia Católica) en Ratón, y yo fui a la escuela secundaria St. Patrick en Ratón», dijo Trujillo, quien cumplió 95 años este mes. «Fui monaguillo en St. Joseph. Tenía que serlo. Va con el territorio».

Es el día antes del Miércoles de Ceniza y Trujillo está sentado en la espaciosa entrada circular de la iglesia de la Comunidad Católica St. John XXIII de Albuquerque, 4831 Tramway Ridge Drive NE.

Dos de los amigos y vecinos de la infancia de Trujillo, los hermanos Clarence y Bobby Galli, se convirtieron en sacerdotes y sirvieron en iglesias en diferentes partes de Nuevo México, incluido Albuquerque. Eso resonó en Trujillo.

«Pensé en ser sacerdote», dijo.

Eso no sucedió, pero el miércoles Trujillo planeó marcar el inicio de la temporada de Cuaresma ayudando a dispensar cenizas en San Juan XXIII.

Ha sido diácono católico durante más de 51 años.

‘Siempre alegre’ En noviembre de 1972, el arzobispo de Santa Fe, James Peter Davis, ordenó a Trujillo diácono durante las ceremonias celebradas en la Iglesia Reina del Cielo de Albuquerque. Trujillo tenía entonces 43 años, estaba casado y era padre de una hija.

A diferencia de los hombres ordenados sacerdotes, a los diáconos católicos no se les permite celebrar misa, escuchar confesiones, otorgar la absolución o ungir a los enfermos. Pero los diáconos pueden bautizar, oficiar bodas y distribuir la Sagrada Eucaristía. Durante la Misa, los diáconos ayudan al sacerdote en el altar, proclaman el evangelio y pueden ser invitados a predicar la homilía. Y a los diáconos se les permite casarse si lo están en el momento de su ordenación.

Trujillo se casó con su esposa Margaret en 1948 en Ratón.

«Reduje mis gastos hace unos 10 años», dijo, refiriéndose a su trabajo como diácono. «La vejez se apodera de ti.»

Trujillo lleva bastón y utiliza audífonos. Su rostro está marcado con las arrugas que uno se gana con una larga vida, y su cabello gris se ha retirado de su frente.

Pero parece esbelto y en forma y va al gimnasio de tres a cinco veces por semana. Su fuerza mental y su ingenio fácil no están en duda. Bromea con miembros del personal mucho más jóvenes del John XXIII y enseña italiano una vez por semana en un centro para personas mayores. Cuando tiene tiempo, pinta escenas de vida silvestre y naturaleza al óleo o acrílico o las dibuja con carboncillo.

Dijo que sus deberes como diácono en estos días consisten principalmente en visitar a los enfermos y presidir los servicios del rosario por los muertos.

«Visitar a personas en el hospital es muy conmovedor y humillante», dijo. «Algunos de ellos, muchos de ellos, son mis amigos». Ha asistido a los funerales de su esposa, hija, hermanas, hermanos, sobrinas, sobrinos y amigos.

Continúa asistiendo a misa y pronuncia homilías cada pocas semanas.

«Es una bendición tenerlo cerca», dijo el reverendo Tai Pham, pastor de St. John XXIII. «Él siempre está alegre y sientes el sentido de servicio que es su naturaleza. Su servicio le da significado a su vida y es algo que espera con ansias».

Un trabajo para toda la vidaDespués de terminar la escuela secundaria, Trujillo se unió al ejército en 1945, justo cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial. Cuatro de sus hermanos lo habían precedido en el ejército. Uno de ellos sirvió en el norte de África y Francia, y tres en el Pacífico Sur. De esos tres en el Pacífico Sur, uno fue hecho prisionero por los japoneses durante la caída de Bataan y otro murió en la isla filipina de Luzón.

Trujillo sirvió tres años en el ejército antes de ir a la escuela en Trinidad (Colorado) Junior College. A partir de ahí, se matriculó en la Universidad de Nuevo México, donde obtuvo títulos universitarios en educación secundaria e idiomas.

«Hablo español, italiano, algo de inglés y muy poco portugués», dijo. También obtuvo una maestría en folklore español en la UNM y una maestría en relaciones humanas y consejería en Webster College (ahora Webster University), una institución católica en un suburbio de St. Louis.

Su carrera temprana no sugería su futura vocación como diácono. Se unió a la Marina en 1956 y se retiró después de más de 20 años de servicio, y trabajó como ingeniero mecánico del Departamento de Defensa en el Laboratorio de Armas de la Fuerza Aérea en la Base de la Fuerza Aérea de Kirtland.

«Tomé cursos de ingeniería junto con mis cursos de idiomas en la UNM», dijo.

Pero el tirón de su fe católica fue persistente.

«Siempre me gustó ir a la iglesia, servir (en misa) o hacer lo que pudiera: ser ujier», dijo. A finales de los años 60, ingresó al Seminario Inmaculado Corazón de María en Santa Fe para comenzar sus estudios para el diaconado.

Ha servido en tres parroquias católicas en Albuquerque: Espíritu Santo, Sangre de Cristo y ahora San Juan XXIII.

«Me ha ayudado a apreciar más a la gente», dijo sobre su vida como diácono. «Soy una persona sociable de todos modos. Puedo ir al supermercado a comprar leche y me llevaría dos horas porque hablo con todo el mundo».

El sentido de servicio del que habló el reverendo Pham es evidente cuando Trujillo, hablando con un visitante, parafrasea al difunto arzobispo Fulton J. Sheen.

«Cuando mueras, Ollie, Dios te va a decir: ‘Muéstrame tus manos. ¿Dónde están las cicatrices de dar? Muéstrame tus pies. ¿Dónde están las heridas de servir? Muéstrame tu corazón. ¿Dejaste un poco de espacio para ti?’ ¿amor divino?’ «

Trujillo dijo que se retirará cuando pase de este mundo.

«Sé que si lo dejo, no duraré mucho», dijo. «Mientras mi salud mental dure, voy a seguir adelante. Ser cristiano es involucrarse y ayudar a los demás. Es un trabajo para toda la vida»

News.yahoo.com

«Los diáconos satisfacen necesidades de la parroquia detrás de escena, sin mucho reconocimiento por parte del párroco o de los feligreses»

El obispo auxiliar de Atlanta, John Tran, ordenó el 3 de febrero a ocho nuevos diáconos para la arquidiócesis de Atlanta, y reflexiona sobre la vocación en de The Georgia Bulletin :

El 3 de febrero tuve el honor y el privilegio de ordenar a ocho diáconos permanentes para servir a la iglesia en la Arquidiócesis de Atlanta. El clima exterior reflejaba la celebración al interior de la Catedral de Cristo Rey; fue hermoso. 

La celebración fue solemne y alegre gracias al maravilloso coro de la Catedral y al Quinteto de metales de la Sinfónica de Atlanta, los lectores, la promoción de diaconado de 2025 y 2026 como servidores, la promoción de diaconado de 2027 y 2028 como ujieres; maestros de ceremonias y hospitalidad del personal de la catedral. El comité de recepción preparó la recepción para todos los que siguieron la ordenación. 

De hecho, fue un día de alegría para todos los reunidos, no sólo para los candidatos, sus familias y amigos, sino también para la iglesia de la Arquidiócesis de Atlanta. Nuestras felicitaciones a los diáconos, sus esposas y familias: Michael (Mary) Heubel, Robert (Mary Ann) Fraundorf, Gerard (Carolyn) LaHatte, Michael (Lori) Martell, Alonso (Edilma) Rigg, William (Diane) Schubring, Phillip ( Racheal) Tran y Thang (Thuy) Vu. Damos gracias a Dios por su SÍ a continuar la misión de Cristo. 

Actualmente tenemos 244 diáconos permanentes activos sirviendo en nuestra arquidiócesis, incluidos los recién ordenados. Tenemos 60 jubilados. Fue al prepararme para la ordenación que recordé los sacrificios que nuestros diáconos permanentes, sus esposas y familias hacen al servicio de la iglesia. A los hombres les lleva seis años completar el programa de formación; Muchas de las esposas también participaron regularmente en la parte académica de la formación.   

¿Cuándo tuvimos diáconos por primera vez? Tradicionalmente, el comienzo del orden de los diáconos se remonta a la historia del capítulo 6 de los Hechos de los Apóstoles: “Entonces los Doce reunieron a la comunidad de los discípulos y dijeron: ‘No nos conviene descuidar la palabra de Dios. para servir en la mesa. Hermanos, escoged de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, a quienes designemos para esta tarea (servir a los necesitados).’ La propuesta fue aceptable para toda la comunidad, por lo que eligieron a Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás… Presentaron a estos hombres a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos”.   

Una nota: fueron nombrados (ordenados) no para el sacerdocio, sino para el servicio. Los diáconos deben ser como los que un día fueron elegidos por los Apóstoles para el ministerio de la caridad, para ser servidores de todos.  

Aunque los diáconos han existido desde la época de los apóstoles, alrededor del año 1000, el diaconado permanente desapareció. Durante el Concilio Vaticano Segundo, el Papa Pablo VI implementó la decisión del concilio de restablecer los diáconos permanentes. En 2021, el Papa Francisco nos recordó con estas palabras el papel de los diáconos: “Por favor, recordemos que para los discípulos de Jesús, amar es servir y servir es reinar. El poder está en el servicio, no en nada más. Ellos (los diáconos) son los guardianes del verdadero ‘poder’ en la iglesia, para que nadie vaya más allá del poder del servicio”. (Noticias del Vaticano 19 de junio de 2021) 

En el Rito de Ordenación mediante la imposición de manos, transmitido por los Apóstoles y la Oración de Ordenación, se confiere al candidato el don del Espíritu Santo para el oficio del Diaconado y lo configura para siempre con Jesucristo para servir como su diácono.  

Durante la homilía, se recuerda al candidato con estas palabras: “Fortalecido por el don del Espíritu Santo, el diácono ayudará al Obispo y a sus sacerdotes en los ministerios de la palabra, del altar y de la caridad, mostrándose un servidor de todos. Será su deber exhortar tanto a creyentes como a incrédulos e instruirlos en la santa doctrina, presidir la oración pública, administrar el bautismo, asistir y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos y realizar los ritos funerarios”. (El Rito de Ordenación de Diácono). 

A lo largo de los años, siempre he tenido la suerte de tener al menos un diácono permanente sirviendo conmigo. Siempre tengo una gran admiración por ellos, sus cónyuges y familias. Además de lo que hacen en la misa los fines de semana, los diáconos también satisfacen otras necesidades de la parroquia detrás de escena sin mucho reconocimiento por parte del párroco o de los feligreses. Generalmente son los primeros en llegar y los últimos en salir de la iglesia. La mayoría de las veces, tienen que organizar sus celebraciones familiares según el horario de la iglesia durante las celebraciones litúrgicas importantes. Ellos, junto con sus familias, hacen esos sacrificios para servirnos.   

Al celebrar la ordenación de nuestros nuevos diáconos, podemos agradecerles a todos ellos, a sus esposas y familias por los sacrificios que hacen al servir a nuestra comunidad. La próxima vez pase después de Misa y agradézcales por su servicio. Al mismo tiempo, recuérdeles que prometieron orar diariamente por usted y por el mundo entero. Además, asegure a los diáconos sus oraciones por ellos para que puedan “ser eficaces en la acción, amables en el ministerio y constantes en la oración”. 

Obispo John N. Tran

La llamada a ser diácono

La llamada a ser diácono viene de Dios. No hay una única manera en que el llamado llegue a una persona en particular, por lo que es importante estar atento a las señales y luego someterlas a discernimiento.

A veces la señal es clara y fácil de ver. Un hombre de buena reputación podría sentirse conmovido por el ministerio inspirador y el ejemplo sobresaliente de un diácono bueno y santo y pensar: «¿No sería fantástico servir como él?» O un hombre puede tener un gran celo como ministro laico en su parroquia, y un compañero feligrés o su párroco puede acercarse y plantearle la pregunta: “¿Alguna vez ha pensado en ser diácono?” La esposa de un hombre, que tiene una mirada interior privilegiada a la profundidad de su fe y su deseo de agradar a Dios, podría decir: «Querida, creo que tienes lo necesario para ser diácono». O un hombre puede ver un anuncio que promociona el diaconado en el periódico diocesano o un cartel vocacional y tener una conciencia naciente: “¡Yo podría hacer eso! Quizás Dios me esté llamando”.

A veces el llamado es más sutil. Un hombre podría estar orando con las Escrituras y leer el relato de Jesús sirviendo humildemente a sus discípulos cuando les lavó los pies (Jn 13:1-15), o el llamado de Esteban y los primeros diáconos (Hechos 6:1-7), o la descripción del bautismo del etíope por parte del diácono Felipe (Hechos 8,26-40), y en su contemplación, se siente atraído a servir como diácono. O un hombre puede estar viviendo un estilo de vida de generosidad y servicio y sentir que Dios lo empuja a llevar su generosidad y servicio a un nivel más profundo. O el diaconado puede ser una idea que le viene a la mente y, en lugar de ser un pensamiento fugaz que va y viene, sigue regresando.

Una vez que se despierta la curiosidad en la persona o comienza a arder un deseo interior, ha llegado el momento de iniciar el proceso de discernimiento, y hay tres elementos esenciales: conversaciones con Dios, la esposa si está casada y los representantes de la diócesis. La oración personal es indispensable ya que el llamado viene de Dios y se necesita la guía del Espíritu Santo para determinar la voluntad de Dios. Es imperativa una conversación con la esposa. Su apoyo es crucial porque estará involucrada en el proceso de formación y será su compañera durante todo el camino. Es necesaria una conversación con representantes de la diócesis porque ellos manejan la solicitud, aceptación, formación, evaluación, aprobación y colocación.

Es valioso involucrar a otros en el proceso exploratorio. Sería beneficioso discutir un posible llamado al diaconado con el director espiritual, un diácono, el párroco, otro sacerdote, otros miembros de la familia, un amigo de confianza, un compañero feligrés o un compañero de trabajo.

Si una persona desea investigar más a fondo el diaconado en la Arquidiócesis de St. Paul y Minneapolis, el siguiente paso es comunicarse con el coordinador de vocaciones diaconales y asistir al Día de Discernimiento Diácono. Es para hombres de 25 a 59 años. Se anima a asistir a los cónyuges. Lo lleva a cabo el Instituto para la Formación Diaconal del Seminario St. Paul en St. Paul. Se ofrece dos veces al año, una en otoño y otra en primavera. Se lleva a cabo un sábado y es un programa de día completo.

Los temas son: ¿Qué es un diácono? ¿Quién puede ser diácono? ¿Cómo se discierne el llamado del Señor a las sagradas órdenes? ¿Cuál es el proceso de solicitud y formación? ¿Cómo se integran las órdenes sagradas con el matrimonio y la familia? Hay varios presentadores. Hay muchas oportunidades para preguntas y respuestas.

Si, después de seguir estos pasos y reflexionar más, una persona se siente llamada por Dios a servir como diácono, se le anima a comenzar el proceso de solicitud.

El padre Van Sloun es el director de personal clerical de la Arquidiócesis de St. Paul y Minneapolis. Esta columna es parte de una serie sobre el sacramento del orden sagrado.

Tthecatholicspirit.com

¡FELIZ NAVIDAD Y 2024!

Expectativas de los diáconos casados: Equilibrar el matrimonio y el diaconado

Sabemos por el Catecismo de la Iglesia Católica que el matrimonio cristiano une a un hombre y a una mujer por el resto de sus vidas, para amarse mutuamente y a sus hijos con el amor con el que Cristo ama a su Iglesia.

También sabemos que la Iglesia llama a los obispos y sacerdotes a permanecer célibes por el reino de los cielos, sirviendo con alegría al pueblo de Dios con un corazón indiviso.

Entendemos que estas hermosas vocaciones son complementarias pero, con raras excepciones, mutuamente excluyentes.

Ingrese al diaconado permanente. Los diáconos son miembros del clero. A través del Sacramento del Orden Sagrado, están especialmente configurados con Cristo, el “diácono” o “siervo” de todos. Y, sin embargo, la mayoría de los diáconos permanentes están casados ​​y tienen responsabilidades particulares en el hogar, la “Iglesia doméstica”.

¿Cómo deben los diáconos entender su vocación como “clero casado” de una manera que haga justicia a ambos sacramentos? Me gustaría sugerir tres principios para ayudar a nuestra comprensión.

Ser versus hacer

Después del bautismo, somos cristianos y miembros de la Iglesia. Realmente nos convertimos en hijos de Dios. Llevamos esa identidad con nosotros dondequiera que vayamos y en todo lo que hagamos. Después del matrimonio, somos hombres y mujeres casados ​​dondequiera que vayamos, e incluso usamos un anillo o llevamos una fotografía para recordarnos esa realidad cuando estamos lejos de nuestro cónyuge.

De manera similar, los diáconos llevan consigo su identidad diaconal en todo momento. Especialmente para los diáconos más jóvenes, casados ​​y con hijos, gran parte de su actividad diaconal se lleva a cabo en su hogar, sin mencionar su lugar de trabajo.

El principio rector aquí es el hecho de que el ser precede al hacer. Lo único que eso significa es que nuestra identidad (quiénes somos) es más fundamental que nuestra actividad (lo que hacemos).

Nuestras acciones fluyen de nuestra identidad. En el mundo animal, los perros hacen cosas de “perritos” y los gatos hacen cosas de “maliciosos”. Como hombres y mujeres, hacemos cosas “humanas”, y como hijos de Dios redimidos mediante la sangre de Cristo, hacemos cosas santas o “semejantes a Cristo”.

Evidentemente existe una estrecha conexión entre el árbol y su fruto, entre el ser y el hacer. Después de todo, Jesús nos dice que conocemos un árbol por su fruto (cf. Mt 7,19). Aún así, el árbol lógicamente viene antes que el fruto.

A veces confundimos este orden natural de las cosas. Esto puede tener efectos devastadores en lo que respecta a la preocupación por los no nacidos y otras poblaciones vulnerables. Nuestra identidad y valor provienen de quiénes somos, no de lo que hacemos o somos capaces de hacer. Nuestra identidad como personas humanas se remonta a nuestra concepción como personas creadas a imagen de Dios.

De la misma manera, nuestra identidad como cristianos surge de nuestro bautismo, cuando renacemos como hijos de Dios. No es tanto que amemos a Dios y hagamos todo tipo de actos “religiosos”, sino que Dios primero nos amó y nos hizo sus hijos.

La identidad de las personas casadas radica en su mutuo consentimiento a entregarse completamente el uno al otro como marido y mujer, así como Cristo ama a su Iglesia (cf. Ef 5, 32). Esto seguramente implica muchas “acciones”, pero estas acciones no definen la relación. Además, si bien el matrimonio está ordenado a la fecundidad, una pareja está igual de “casada” independientemente de si el Señor bendice su unión con hijos.

Ahora llegamos al diaconado. A veces nos adelantamos y pensamos en las acciones distintivas del diácono y pasamos por alto el aspecto crucial de la identidad del diácono, el carácter sacramental indeleble (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1570) del que fluyen las acciones.

Cuando enfatizamos lo que hace el diácono, tendemos a poner un énfasis desproporcionado en la dimensión litúrgica o parroquial del servicio del diácono. Su identidad entonces se convierte en la de un “sacerdote lite”, un clérigo con apariencia oficial que no puede celebrar misa ni escuchar confesiones. En respuesta a esa caricatura, el diácono puede sentirse presionado a compensar excesivamente y pasar más tiempo lejos de su familia en el ministerio.

Aquí es precisamente donde debemos volver a la verdad básica de que nuestra identidad como diáconos (quiénes somos) es más fundamental que nuestra actividad (lo que hacemos), que, de hecho, nuestras acciones fluyen de nuestra identidad y no al revés. .

Una implicación es que las parejas casadas están casadas las 24 horas del día, los 7 días de la semana y los diáconos son diáconos las 24 horas del día, los 7 días de la semana. ¿Cómo funciona?

Integración versus compartimentación

Incluso cuando llegamos a reconocer que nuestra identidad está antes que nuestra actividad, es justo decir que tanto el matrimonio como las órdenes sagradas implican un flujo interminable de acciones y responsabilidades. A primera vista, equilibrar ambas cosas puede parecer desalentador, si no imposible.

Por supuesto, hay varias maneras de abordar este equilibrio. Algunos pueden verse tentados a compartimentar de manera que sean esposo y padre en casa y diácono cuando están en la parroquia o ministerio. Hay algo de verdad en eso, pero dado que ambas vocaciones están destinadas a ser 24 horas al día, 7 días a la semana, esto da como resultado una visión empobrecida de ambas y, en última instancia, las dos vocaciones se enfrentan entre sí, compitiendo por territorio.

Al examinarnos a nosotros mismos, ¿estamos inclinados a compartimentar el diaconado? Cuando lo abordamos desde esta perspectiva, el diaconado se convierte en algo añadido a la vida de un esposo y padre católico ya ocupado. Se convierte simplemente en las “cosas que hace en la iglesia” que “roban tiempo” de su familia y su trabajo.

Algunos podrían intentar establecer una especie de jerarquía entre ambos. Podrían decir que “la familia es lo primero” (lo cual suele ser correcto en lo que respecta a las prioridades) y obligar al diaconado a hacer algo que hace “sólo en la iglesia los domingos” o “en su tiempo libre”.

O tal vez el esposo quiera maximizar su servicio a la iglesia. Es posible que se haya jubilado recientemente o que esté motivado de alguna otra manera para dedicar más tiempo a una variedad de actividades en la parroquia. Sin embargo, si la realidad o incluso la percepción es que su matrimonio debe pasar a un segundo plano frente al ministerio de la Iglesia, su vida familiar se verá muy afectada.

Entonces, ¿cómo equilibra el diácono permanente casado estas dos vocaciones para que no se convierta en un juego de suma cero?

Creo que la mentalidad de la Iglesia, confirmada en la práctica por muchos diáconos eficaces y felices, es que deben integrar, en lugar de compartimentar, las dos vocaciones. El hombre es diácono incluso cuando está jugando a la pelota con uno de sus hijos o celebrando un aniversario con su esposa; es un hombre casado incluso cuando proclama el Evangelio en la misa.

El diaconado no se trata de ampliar (o sobreextender) la lista de tareas pendientes del hombre casado. Más bien, provoca una nueva profundización de su vida en Cristo, capacitándolo para entregarse plenamente a su familia, amigos, compañeros de trabajo y a la parroquia como parte de una vida hermosa e integrada.

Entonces, ¿cómo puede el diácono casado llevar consigo la gracia de la Santa Cena a casa?

Prioridad versus valor

Cuando un diácono está en casa con un niño enfermo, en un partido de fútbol o en un recital, o en una cita nocturna con su esposa, y no hace nada en la parroquia, no es porque se haya casado antes de convertirse en diácono, o porque El matrimonio es más importante que el orden sagrado.

Más bien, esas elecciones intencionales reflejan un conjunto de prioridades adecuadamente ordenadas (y diaconales), basadas en la oración, la comunicación conyugal eficaz y la docilidad al Espíritu Santo. Para mantener un plan de vida saludable y flexible, debemos ser administradores sabios de nuestro tiempo, lo que requiere que prioricemos nuestras actividades, no nuestras vocaciones.

De hecho, los dos sacramentos deberían reforzarse mutuamente y, en el proceso, acercar a las personas a Cristo y su Iglesia. El diácono da testimonio auténtico de la bondad de la vida matrimonial en su predicación, en sus clases de preparación sacramental y, sobre todo, en su comportamiento en su familia. De manera similar, el diácono da testimonio auténtico de la bondad del diaconado en la forma en que entrega su vida al servicio de su esposa y su familia.

Cuando los dos sacramentos se complementan de esta manera, Dios puede hacer grandes cosas a través de nosotros.

The-deacon.com

LEON SUPRENANT es codirector de la Oficina del Diaconado Permanente de la Arquidiócesis de Kansas City en Kansas.